Investigadora en la Biblioteca Nacional de Venezuela, además de profesora de lenguaje, comunicación, escritura creativa, narrativa y guion.
Opiniones de los alumnos
Por fin he conocido a María Dolores, este Quijote ha sido uno de los cursos más interesantes en los que he participado en Youtopia.
M.P.
Descripción
Leer al Quijote es una tarea de reflexión, introspección y estudio. Leer al Quijote es un ejercicio en dosis para paladear la sabiduría de sus proposiciones. Es un libro para la cabecera de la cama, al que hacerle preguntas antes de dormir, o pedirle que nos las haga para constatar que aún seguimos buscando verdades quijotescas.
El genio de Cervantes ha sido tan aclamado que da vergüenza insistir. Participa de todo el saber conocido, y le encanta el desconocido. Rompe cualquier esquema aprendido, y seguramente, por aprender deshace certezas, reta nuestra imaginación, duda de los dogmas, plantea imposibles, y así, le da la vuelta a los bolsillos de la vida, convenciéndonos de que los territorios transitados no lo son tanto, y que nos queda mucho por descubrir.
El Quijote nos alerta sobre la necesidad de redefinir la realidad y hacerlo en compañía de la imaginación. Nos propone la ampliación de nuestros límites mentales y se esmera en hacernos dudar de las certezas, y en sembrar fe en nuestras dudas. En ese camino de ida y vuelta encontraremos que todo es posible y que en un mundo de valores ambiguos, creer es el primer paso para la certidumbre. No hay seguridades independientes del individuo, salvo las naturales. Que el sol sale por oriente es una verdad incuestionable, pero las verdades morales están hechas de otra materia. Será noble lo que seamos capaces de ennoblecer. Será bueno lo que seamos capaces de envolver en bondad. Será justo lo que hagamos con justicia. Será bello lo que tratemos como hermoso. La realidad será lo que hagamos de ella, siempre y cuando se trate del diseño moral de la vida. Empieza dentro de cada ser y de ahí se manifiesta en todo lo demás. Nada va a ser distinto, si nosotros no somos distintos. Quijotes, pues.