Don Quijote ataca de nuevo. Del idealismo y otras (des)ilusiones
Leer al Quijote es una tarea de reflexión, introspección y
estudio. Leer al Quijote es un ejercicio en dosis para paladear la
sabiduría de sus proposiciones. Es un libro para la cabecera de la cama,
al que hacerle preguntas antes de dormir, o pedirle que nos las haga
para constatar que aún seguimos buscando verdades quijotescas.
El
genio de Cervantes ha sido tan aclamado que da vergüenza insistir.
Participa de todo el saber conocido, y le encanta el desconocido. Rompe
cualquier esquema aprendido, y seguramente, por aprender deshace
certezas, reta nuestra imaginación, duda de los dogmas, plantea
imposibles, y así, le da la vuelta a los bolsillos de la vida,
convenciéndonos de que los territorios transitados no lo son tanto, y
que nos queda mucho por descubrir.
El Quijote nos alerta sobre la
necesidad de redefinir la realidad y hacerlo en compañía de la
imaginación. Nos propone la ampliación de nuestros límites mentales y se
esmera en hacernos dudar de las certezas, y en sembrar fe en nuestras
dudas. En ese camino de ida y vuelta encontraremos que todo es posible y
que en un mundo de valores ambiguos, creer es el primer paso para la
certidumbre. No hay seguridades independientes del individuo, salvo las
naturales. Que el sol sale por oriente es una verdad incuestionable,
pero las verdades morales están hechas de otra materia. Será noble lo
que seamos capaces de ennoblecer. Será bueno lo que seamos capaces de
envolver en bondad. Será justo lo que hagamos con justicia. Será bello
lo que tratemos como hermoso. La realidad será lo que hagamos de ella,
siempre y cuando se trate del diseño moral de la vida. Empieza dentro de
cada ser y de ahí se manifiesta en todo lo demás. Nada va a ser
distinto, si nosotros no somos distintos. Quijotes, pues.
¿Acompañas a Mª Dolores en estas 9 clases?